Nos gusta ver lo que no es

Ahora mismo estaba escuchando una canción de System of a Down (se nota que me he reconciliado con ellos) y una frase de la canción "Sad Statue" se me ha quedado clavada: " What is in us that turns a deaf ear to the cries of human suffering? - ¿Qué hay en nosotros que vuelve un oído sordo a los gritos del sufrimiento humano? ". Y es que es algo que me he preguntado yo mismo muchas veces. Porque me sorprende esa enorme capacidad de mirar para otro lado, esa indiferencia sin límites. Ese enorme egoísmo que impregna todo, que desde niños se nos inculca, muchas veces sin quererlo o a sabiendas. Porque cuando un niño pregunta "¿Por qué ese señor tiene ese bote y pide dinero? ¿Y por qué vive en la calle?" dudo que muchos padres le digan "Porque no ha tenido tu suerte de nacer en una buena familia y porque no estoy dispuesto a ayudarle a salir de la calle. Porque en definitiva, me importa muy poco, yo tengo mi vida"

Porque no nos engañemos, así son las cosas. Y más aún en esta sociedad donde el interés priva sobre todas, absolutamente todas las cosas. Sin embargo, esto, o al menos, muy parecido sucedía en todas las sociedades de la historia. El débil o el que no tenía suerte, sería la carroña de los buitres. Sin embargo, y esto es lo que me da un asco terrible, es que queremos creer que hemos evolucionado, que ahora somos mejores. Nuestra moral ahora es mucho mejor, somos más personas y menos bestias. Porque tras siglos y siglos de historia, algo tendremos que haber mejorado y más aún con esta tecnología, esta ciencia, este progreso. Y se me revuelve hasta el estómago de tantas falsedades, de tantas mentiras ilusorias que no son más que pura palabrería para acallar esas voces que gritan "ese rubí lo extrajo un niño de 8 años" o "tú comes filete de perca y los pescadores una raspa plagada de moscas". No queremos oír eso. No nos gusta ver, no queremos saber lo que somos. Porque toda la ciencia, todo el "progreso" ha servido tan sólo para hallar nuevas formas de sufrimiento, de explotación.

Nuestro coche funciona gracias al petróleo de los jeques árabes, que viven a todo tren mientras la gente de su país, su pueblo, vive en la más pura miseria, en la pobreza más absoluta. Decidme, ¿cuántas huelgas de consumo se han hecho para cambiarlo? ¿cuánto han hecho los conductores del mundo para evitar esta situación? ¿Por qué? Porque nos importa una mierda. Porque lo único que nos preocupa somos nosotros mismos y, tal vez, los que nos rodean a 3 centímetros. Poco más. Esa es nuestra gran moralidad, los principios de nuestra gran sociedad. El principio de olvidarnos del principio básico de la moral: "lo que yo no quiero que me hagan, lo que yo no quiero sufrir, no puedo hacérselo a los demás". Sin embargo, nos excusamos en la lejanía, en la ceguera occidental ante la muerte a marchas forzadas del mundo en el que vivimos. Nos queremos pintar una fachada preciosa, una grandilocuente máscara hecha de elogios a los grandes avances de los últimos años, a la nueva conciencia ecologista, a la nueva mentalidad. Porque sí, ya no quemamos infieles en la hoguera, ya no echamos a gente a los leones. Ahora vendemos armas en África para que lo hagan ellos mismos. Iniciamos guerras sin fin para que esta gran industria pueda alimentar la riqueza. Cómo bien dicen los Habeas Corpus, creamos bolsas de pobreza en los país pobres mediante la llamada "deuda externa" que todos sabemos que nunca podrán pagar creando así un bucle indefinido de pobreza y miseria para originar los esclavos de este nuevo mundo.

En definitiva, hemos creado un mundo precioso, lleno de riqueza, tranquilidad y bienestar. Pero gracias a la muerte, al sufrimiento y a la tortura de millones de personas. Si hoy estudiamos a las culturas antiguas como tristemente crueles e injustas, me parece que en un siglo o dos se podrá estudiar esta época como la del genocidio de la economía. Y nuestras grandes ciudades, nuestras preciosas casas y nuestros caprichos no van a poder taparlo. Porque tal vez nuestra capacidad de ser sordos, ciegos y mudos habrá evolucionado a niveles insospechados. Pero la mierda que hay bajo nuestros pies sigue oliendo.

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