Al parecer hoy en día está cada vez más de moda el antiquísimo "arte" del racismo. Y una de las frases que se estilan mucho es la de "pues yo los mandaba de una patada a su país"
Analicemos a fondo el caso hipotético que se daría de cumplirse esta frase y repetirse la actuación de Isabel y Fernando. Pensemos el escenario que se produciría si se llevara a cabo la expulsión de todo aquel que no haya nacido en la grande y libre (y una, por supuesto) españa.
Al ir a la taberna de la esquina a tomarnos unas cañas y unas tapitas con los amigos (y el que fume, un par de pitillos) es muy probable que nos la encontáramos sorprendemente cerrada. ¿Por qué? Porque la cocinera y el camarero que trabajaban allí han sido vergonzantemente exiliados y al dueño del local le era imposible llevarlo en solitario. Y es que los estudiantes que buscase para contratar en su negocio le pediría un sueldo medio decente (el mínimo sería casi una bendición) porque no estarían desesperados por comer, tendrían siempre detrás a sus padres en caso de suma necesidad.
Y, ¿qué pasaría cuando realizáramos las tradicionales vacaciones en el pueblo? Que contemplaríamos una población en la más triste miseria. Y la razón sería muy simple, la agricultura es el principal motor de la mayoría de pueblos pequeños de nuestro gran país. Y sin trabajadores rumanos que recojan la fresa, la oliva, la aceituna o el algodón me parece que pocos frutos se iban a recoger en el ámbito rural.
¿Y cuándo quisiéramos comprar una casa? Eso ya sí que sería un completo y enorme chiste. Si ya actualmente es una quimera inalcanzable que llena de rabia a los jóvenes sería algo muy curioso si nos imaginamos la situación que se produciría cuando las tres cuartas partes de los actuales obreros fueran expulsados y quedemos los españolitos para remangarnos y currar ¡JA!
Un racista pide un imposible: que la nueva clase obrera y proletaria sea expulsada y que él siga sentado tranquilamente en su sofá viendo como engorda su barriga y a la vez contemplando embobado un discurso de los modernos partidos defensores de la democracia nacional.
Analicemos a fondo el caso hipotético que se daría de cumplirse esta frase y repetirse la actuación de Isabel y Fernando. Pensemos el escenario que se produciría si se llevara a cabo la expulsión de todo aquel que no haya nacido en la grande y libre (y una, por supuesto) españa.
Al ir a la taberna de la esquina a tomarnos unas cañas y unas tapitas con los amigos (y el que fume, un par de pitillos) es muy probable que nos la encontáramos sorprendemente cerrada. ¿Por qué? Porque la cocinera y el camarero que trabajaban allí han sido vergonzantemente exiliados y al dueño del local le era imposible llevarlo en solitario. Y es que los estudiantes que buscase para contratar en su negocio le pediría un sueldo medio decente (el mínimo sería casi una bendición) porque no estarían desesperados por comer, tendrían siempre detrás a sus padres en caso de suma necesidad.
Y, ¿qué pasaría cuando realizáramos las tradicionales vacaciones en el pueblo? Que contemplaríamos una población en la más triste miseria. Y la razón sería muy simple, la agricultura es el principal motor de la mayoría de pueblos pequeños de nuestro gran país. Y sin trabajadores rumanos que recojan la fresa, la oliva, la aceituna o el algodón me parece que pocos frutos se iban a recoger en el ámbito rural.
¿Y cuándo quisiéramos comprar una casa? Eso ya sí que sería un completo y enorme chiste. Si ya actualmente es una quimera inalcanzable que llena de rabia a los jóvenes sería algo muy curioso si nos imaginamos la situación que se produciría cuando las tres cuartas partes de los actuales obreros fueran expulsados y quedemos los españolitos para remangarnos y currar ¡JA!
Un racista pide un imposible: que la nueva clase obrera y proletaria sea expulsada y que él siga sentado tranquilamente en su sofá viendo como engorda su barriga y a la vez contemplando embobado un discurso de los modernos partidos defensores de la democracia nacional.
Etiquetas: Crítica social
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