Albert Pierrepoint, "The Hangman"

Pues curioseando por la web; encontré este gran artículo sobre esta persona. Os lo dejo aquí:

Albert Pierrepoint, el último 'novio' de la muerte

Una película reconstruye la compleja personalidad del más prolífico verdugo de Gran Bretaña, que acabó con la vida de 400 hombres y mujeres


MARCEL BERLINS. The Guardian / EL MUNDO

LONDRES.- «En estos momentos estoy convencido de que ni una sola de los centenares de ejecuciones que he llevado a cabo ha servido de elemento disuasorio de ningún asesinato futuro. Desde mi punto de vista, con la pena capital no se obtiene nada, excepto venganza». Este hombre debía de saberlo.

Albert Pierrepoint fue, de lejos, el verdugo más prolífico de Gran Bretaña. Entre 1934 y 1956 ejecutó a más de 400 hombres y mujeres, entre ellos, Ruth Ellis, la última mujer ahorcada en Gran Bretaña, Derek Bentley, Lord Haw-Haw (el apodo de William Joyce, un traidor en tiempo de guerra) y John George Haigh, el asesino del baño de ácido. Acabó con la vida de Timothy Evans, condenado erróneamente por la muerte de su hija, y posteriormente, con la de John Christie, el verdadero asesino.

Se encargó de ahorcar a un gran número de nazis criminales de guerra sentenciados en los juicios de Nuremberg, entre ellos a Josef Kramer, conocido como La bestia de Belsen, y a Irma Grese, la guardiana más cruel de todos los campos de concentración exclusivos para mujeres. Estos dos ajusticiados figuraban entre los 13 que hubo de ejecutar en un mismo día.

El hombre que apretaba el nudo corredizo, que desempeñaba el mismo trabajo que su padre y un tío suyo habían realizado antes que él, creía, según sus propias palabras, que «había sido elegido por un poder superior para la tarea a la que me dediqué; fui puesto en esta tierra para hacer eso».

Lo hizo mejor, con más rapidez y con mayor humanidad de lo que nadie lo había hecho antes. Sin embargo, ser verdugo es, por su propia naturaleza, un trabajo esporádico. Pierrepoint pasó el resto de su vida de trabajador en activo como repartidor de comestibles a domicilio y, posteriormente, una vez terminada la guerra, como el simpático y sociable encargado de un bar que había comprado cerca de Manchester, llamado Help the poor struggler (algo así como Ayuda al pobre superviviente).

En su autobiografía, titulada Executioner: Pierrepoint [Verdugo: Pierrepoint], y en el brillante retrato que hace de él Timothy Spall en la película The last hangman, dirigida por Adrian Shergold y que se acaba de estrenar en Gran Bretaña, este hombre se revela como un personaje complejo y enigmático que, para cualquiera que desconociera su otra profesión, habría parecido el paradigma del hombre corriente. No era un monstruo; no hay ninguna prueba de la más mínima vena de sadismo o de cualquier otra desviación psicológica que permitieran deducir que se lo pasara bien con lo que hacía. No hay un momento en el que diga que disfruta con su trabajo.

Aborrecía hablar de este asunto y nunca presumió de sus grandes momentos en el manejo de la horca ni contó anécdotas al respecto.Le espantaba aparecer en los medios de comunicación y vivió realmente angustiado cuando su actividad profesional en la Alemania de la posguerra atrajo a su puerta a los periodistas.

Lo más asombroso es que, durante muchos años, ni siquiera comentó con su mujer, Anne, ni una palabra acerca del trabajo que desempeñaba a tiempo parcial, para el que se inventaba pretextos que justificaran su ausencia de vez en cuando durante noches enteras.

«A Anne, mi mujer...»

Sólo cuando tuvo que ausentarse durante varios días, en Alemania, confesó la verdad a su mujer. Entonces ella ya lo había averiguado y se sintió complacida de que él hubiera dado finalmente el paso de contárselo, pero su trabajo no fue nunca tema de conversación en el matrimonio. Su autobiografía está dedicada «A Anne, mi mujer, que durante 40 años nunca me hizo ni una sola pregunta...con mi más sincero agradecimiento por su lealtad y su discreción».

Pierrepoint llevaba con orgullo el hecho de que nunca había expresado en público su opinión sobre los pros y los contras de la pena de muerte. Cuando compareció en 1949 ante la Comisión Real encargada de estudiar este asunto, le preguntaron: «¿Ha tenido usted la oportunidad de reflexionar sobre cuál es la opinión general de los ciudadanos corrientes de Inglaterra sobre la pena capital? Es de suponer que hablen con usted acerca de sus funciones».Su respuesta fue: «Sí, pero yo me niego a hablar de ellas. Es una cosa que yo creo que debería mantenerse en secreto. Es algo que yo creo que para mí tendría que ser algo sagrado».

La publicación de su autobiografía, en 1974, fue la primera ocasión en la que Pierrepoint dio a conocer públicamente su punto de vista sobre la pena capital, una década después de su abolición.«Si la muerte fuera un factor de disuasión, sería de esperar que yo me hubiera enterado. He sido yo el último en estar cara a cara con ellos, hombres y mujeres jóvenes, trabajadores, abuelas.Me llenaba de asombro ver el valor con el que emprendían el camino hacia lo desconocido. Todos los hombres y mujeres ante los que he estado cara a cara en el momento definitivo me han convencido de que, con lo que yo hacía, no he evitado ni un solo asesinato.Si la muerte no sirve para disuadir a una persona en concreto, no hay por qué creer que vaya a disuadir a nadie».

Me quedo con la última frase...

Fuente: el mundo



Saludos.

1 comentarios:

Drizzt dijo...

Joder, el último párrafo da en que pensar. Si ya estaba en contra de la pena de muerte, dame otro argumento como este y me voy a EEUU a hacer manifestaciones.